Marcos Algara Siller
Pulso Diario de San Luis - Opinión - miércoles 4 de marzo de 2009
Quizá la dieta de los “observadores del peso” los hizo bolas tratando de contar puntos por cada bocado que comen, o se propusieron seguir la dieta Atkins, teniendo que cortar los carbohidratos al máximo, dejando de lado las deliciosas conchas sopeadas en chocolate caliente. Existe también la dieta mediterránea, basada en pescados, verduras y aceite de oliva, principalmente. Y así, la lista no termina: la dieta de la abuelita, la de las proteínas, la del ayuno, la del agua con limón, etc.
Así las cosas, la modernidad nos trae “la dieta del carbono” o mejor dicho “la dieta del dióxido de carbono” (CO2). Es una gran dieta para lograr que nuestro planeta viva saludablemente. Los científicos políticamente correctos la recomiendan para prevenir que el cambio climático llegue a magnitudes desastrosas; los capitalistas exacerbados no la recomiendan porque prefieren seguir inflando la panza del planeta con basura y recursos inutilizables. Por mi parte, estoy seguro que la dieta del carbono es indispensable para garantizarles a nuestros hijos un lugar decente dónde vivir, resolviendo desde ahorita los grandes problemas ambientales que ya comenzamos a sufrir.
Esta dieta exige algo de preparación y calistenia. No es necesario ser físico nuclear para entenderla, pero si son necesarias una cuantas lecturas y algo de práctica durante las primeras semanas. El objetivo es la reducción de la emisión del CO2 que los humanos arrojamos al ambiente como resultado de nuestras actividades diarias. Pero ¿cómo que todo se mide en CO2 si el foco de mi casa consume watts de electricidad o si la carne que como se pesa en kilogramos? Para unificar criterios, se decidió tomar el CO2 como unidad de medida, aprovechando que el tema del cambio climático está de moda y es por todos conocido. Por ejemplo, el consumo de carne roja se puede medir en términos de emisiones de CO2 haciendo un cálculo de todos los recursos que fueron necesarios para que la deliciosa arrachera marinada llegue al plato: área de pastizal que antes era bosque y que sirve ahora para criar vacas, sus excretas y los gases que emiten, el transporte del animal al rastro, el transporte de la carne a la distribuidora y a la tienda para terminar luego en casa. Se ha calculado, con estos y otros parámetros, que para tener un kilogramo de carne de res lista para comer se han producido cerca de 13 kg de CO2. Aunque esta es una medida aproximada, se han calculado de manera similar las emisiones de este gas por cada aparato que utilizamos en casa. Las cifras son promedios anuales del número de horas que una persona utiliza normalmente cada electrodoméstico: 69 kg por el uso de la lavadora, los cuales contrastan con los 197 kg de la secadora (es mejor colgar la ropa); 396 kg teniendo un aire acondicionado para un cuarto el cual es casi 8 veces mayor que los 52 kg que emite un ventilador. No hay que asustarnos, no nos toca calcular el CO2, pues al igual que los nutriólogos han calculado las calorías y carbohidratos necesarios para nuestro organismo, los científicos han calculado las emisiones de este gas de muchos de los aparatos que utilizamos y de las actividades que realizamos. Para México, aunque tenemos importantes variaciones climáticas, la media nacional de emisión para habitantes de las ciudades es de 3.6 toneladas de CO2 al año. Para saber si este número es grande o pequeño, basta saber que durante la Conferencia de Cambio Climático de Poznan, Polonia, que se celebró poco antes de la navidad del 2008, México se comprometió a reducir en 50% el total de sus emisiones de CO2, claro, poniendo una fecha algo lejana, 2050, más vale lentos y seguros.
Como cualquier otra dieta, la dieta del dióxido de carbono exige decisión. Yo sugiero ser graduales en su adopción. Primero, hay que comenzar con las cosas más básicas como caminar a la tiendita por leche en lugar de ir en carro, apagar la computadora cuando no la utilizamos o tratar de consumir productos locales siempre que podamos. Mientras cambiamos algunos de nuestros hábitos diarios podemos poner más atención a los programas de televisión o revistas donde se dan consejos para ahorrar energía y utilizar menos recursos. Recuerden que el Internet es un recurso muy valioso para encontrar este tipo de información. El resultado ambiental es importante, evitando algo de contaminación, reduciendo la tala de árboles o la refinación de hidrocarburos y, lo mejor de todo, nuestros ahorros aumentan y vivimos más tranquilos en tiempos de crisis.
*Corrección: en la versión impresa y web de hoy de Pulso apareció mi artículo a nombre de Manuel Algara, por error de dedo aunque al final aparace mi correo electrónico de gmail.
2 comentarios:
Buen artículo, Manolo! Ah, no perdón, ¿cómo dijiste que te llamabas? j,je.
Felicidades Manolo! NTC. Brutos!
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