sábado, 14 de marzo de 2009

¿Cuánto de ciencia y cuánto de política?

Marcos Algara Siller
Pulso Diario de San Luis - Opinión - viernes 13 de marzo de 2009

Me enlistaba a participar en las elecciones de la sociedad de alumnos de la prepa cuando mi amigo el Migueloco tuvo una discusión con mi mamá sobre la participación en la política estudiantil. Siendo él una persona culta e inteligente, pensaba que alguien muy intelectual y muy capaz no podría o no debía meterse en las marañas de la vida política. Por el contrario, mi mamá, con la experiencia de los años, le replicaba que gente como él era necesaria para definir el rumbo de nuestra sociedad. Ahora, 15 años después he estado reflexionando sobre la participación de los científicos en la política como participantes activos en la hechura de políticas públicas apoyadas en la ciencia. Y no se trata solamente de legislar acerca del apoyo del gobierno a, por ejemplo, la investigación genética o cuánto dinero se destinará para proyectos de cambio climático. Más bien, de la inclusión de bases científicas en la toma de decisiones en asuntos tan cercanos a la sociedad como el futuro de la basura o la instalación de parquímetros en nuestra ciudad. Con respecto a este último tema he escuchado muchas opiniones: desde el visitante esporádico de nuestro centro histórico que ya no tiene que dar vueltas y vueltas para encontrar lugar; hasta el comerciante establecido que culpa a los guardianes de las banquetas por sus bajas ventas olvidando que estamos en medio de una crisis mundial. Pienso entonces que quizá el gobierno municipal se hubiera armado hasta los dientes con estudios contundentes sobre el beneficio ambiental de dicha medida. Se habría contratado a investigadores reconocidos para realizar los aforos necesarios de carga vehicular en horas pico antes de la instalación de parquímetros, se hubiera modelado la contaminación después de su instalación y se hubieran comparado los estudios de otros países que ya utilizan dichas máquinas. El resultado, presumiblemente, hubiera sido robusto, con porcentajes de error mínimos, indicando que la gente daría menos vueltas buscando lugar, ya sea pagando sus minutos de estacionamiento o buscando estacionarse a unas cuadras de su destino, reduciendo así las partículas malignas en nuestro aire potosino. ¿Quién se atreve a negar una acción en contra de nuestro golpeado ambiente? Pocos se atreven y el golpe contra la medida hubiera sido mucho menor. Pero existe la posibilidad de que otro experto en contaminantes objetara el método, la modelación o su interpretación, tratando de minimizar sus bondades.
En países como Canadá se acostumbra estudiar científicamente cada acto del gobierno antes de ejecutarlo, más si las propuestas son controvertidas, tratando de empatar una política social y financieramente factible con la solución científica. Sin embargo, es importante recordar que una población no responderá favorablemente a una política pública si sus necesidades básicas no han sido cubiertas de antemano. Esto lo recalca Wilches-Chaux tratando el tema de políticas de prevención de desastres y del problema de adaptación de la sociedad a toda nueva propuesta (Wilches-Chaux, 1993, “La vulnerabilidad global”, en “Los desastre no son naturales”, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina).
En Estados Unidos se ha levantado un debate al respecto con la publicación del libro “The Honest Broker. Making Sense of Science in Policy and Politics” (algo así como “El mediador neutral. Dando sentido a la ciencia en las políticas públicas.”) del Dr. Pielke, profesor de estudios ambientales de la Universidad de Colorado (Pielke, R., 2007, Cambridge University Press). El resumen del libro podría ser que los científicos toman comúnmente una de dos posiciones: o se declaran ajenos a la política o se creen con la solvencia moral y académica necesarias para ofrecer “las soluciones correctas” para encaminar las políticas públicas. Dice Pielke que esto lo podrían lograr si el tema en cuestión no fuera polémico o si la ciencia fuera completamente irrefutable. Su caso de estudio es el controvertido tema del cambio climático.
Por otro lado, se pregunta al respecto de los valores de la sociedad: ¿qué tanto está dispuesta una persona a sacrificar su estilo de vida?, como dice Wilches-Chaux, si tiene todavía necesidades básicas por satisfacer.Para esto, el Dr. Pielke propone que existan científicos que sean “mediadores neutrales” (honest brokers), que logren un balance entre la ciencia, la política, la factibilidad financiera y las necesidades de la sociedad, sin buscar protagonismos. Habrá que encontrar la fórmula para resolver la necesidad de recaudar más recursos con los parquímetros, sus bondades ambientales y la crisis mundial que exaspera a cualquiera ante medidas impositivas.

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