Nos pasó que en septiembre del 2006, cuando andábamos de compras en Brownsville, aprovechamos para hacernos de varios títulos en inglés porque en San Luis Potosí la variedad a la venta en ese idioma es muy escaso. Salimos con un tambache muy bueno, entre ellos, Tortilla Flat de John Steinbeck, el cual sólo escogí por el precio bajo. Buena fortuna con ese libro, algo extraño, un inglés no muy común, más por el tipo de personajes y el contexto de paisanos en Monterey, California, que por la fecha de su escritura, 1935. Aprovechamos para comprar Tom Sawyer de Mark Twain (Samuel Clemens), el cual, como cualquier mexicano, había leido en español alguna vez. Todo iba bien hasta que encontramos un combo de 3 libros de William Faulkner, The Sound and the Fury, Absalom Absalom! y otro que no recuerdo el título. No había tenido un encuentro tan difícil con esta lengua. Entre las palabras desconocidas y el estilo del autor nomás no se me dio. Comencé uno, comencé el otro y ambos terminaron tirados luego de 30 páginas. A mi esposa le pasó igual. Nos dimos por vencidos y decidimos dejarlo para mejor ocasión.
Aquí es donde entran a colación las primeras líneas de este post. Primero, ya que compramos a Faulkner, estaré al pendiente para encontrar un ensayo sobre sus libros, así, previa explicación, contextualización y puesta en palabras de comunes mortales, podré echármelos y quizá hasta disfrutarlos. No siempre pasa así, claro. Muchos libros son una delicia cuando caen de manera sorpresiva. Lo que si es que un buen libro de ensayos nos puede dar un norte sobre el estilo y propuestas de los autores. Todo esto lo digo porque Juan Villoro acaba de sacar, hace relativamente poco, el libro de ensayos literarios "De eso se trata". Llevo muy poco leido pero ya sé que está buenísimo. Transcribo algunas palabras introductorias del propio Villoro acerca de las bondades del ensayo con una analogía sobre el viajero:
"Al viajar conviene concocer los atajos y no perder tiempo con los mapas. El ensayista debe conocer el trayecto, ahorrar la molestia de pedir esas indicaciones que nunca entendemos, y llevar mandarinas por si acaso. Pone en juego su gusto y entusiasmo, razona sus fervores, pero resulta más significativo por lo que permite ver que por sus certezas.
Un viajero sólo conoce el peso del viaje cuando se quita los zapatos. El ensayo literario sirve por igual a lectores con pie plano que a caminantes consumados, al que ignora casi todo de los temas tratados y al que conoce más que el autor. Consciente de que hay lectores extremos, el ensayista alterna la hospitalidad hacia el recién llegado con rarezas para el viajero frecuente: un trayecto agradable en el que de pronto aparece la araña azul" (Villoro, J., 2008, De eso se trata, México: Anagrama, p. 8).
No se trata de contar finales, sólo de ofrecer varios puntos de vista de críticos y analistas de literatura, de fortalezas y debilidades de varios autores. Llevo apenas 40 páginas de este libro y Shakespeare y Cervantes me sorprenden aún más con las explicaciones de Villoro y la infinidad de ensayistas que este ensayista a su vez cita. Lo disfrutarán.
1 comentario:
Sobre aquello de acercarse a escritores a través de otros, está Imagen de Julio Cortázar, de Ignacio Solares. También muy recomendable, sobre todo porque te revela a ese Julio Cortázar fascinado por la otredad, los vampiros, los oscuros sentimientos religiosos y la militancia política, todo relatado más que como una tangente, como un claro y contundente radio, directo al centro de su obra.
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