jueves, 8 de enero de 2009

Economía verde

Marcos Algara Siller
Pulso diario de San Luis Potosí - Opinión - 24 de diciembre de 2008

“Rescatar a la gente de la pobreza y salvar al mismo tiempo nuestro Planeta”, es decir, resolver simultáneamente la crisis dual inequidad socio-económica y destrucción ambiental, es el eje principal que se plantea en el libro “The Green Collar Economy” o “La Economía de Cuello Verde”, de Van Jones. Abogado graduado de Yale, Jones tiene un amplio repertorio de éxitos en el campo del trabajo social, de los derechos civiles en Estados Unidos de Norteamérica y de la justicia ambiental. En septiembre de 2007 funda “Green for All” o “Verde para Todos”, organización que promueve su propuesta de una nueva estructura económica cuya base es el bienestar social y el cuidado ambiental. Claro, todo esto sin olvidar al mercado.
A diferencia de los trabajadores de cuello azul, los de las rudas manos que accionan la maquinaria industrial, o de los de cuello blanco, los de las tersas manos que dictan planes de negocio y tendencias de crecimiento industrial, los trabajadores de cuello verde serán aquellos que olviden estas diferencias y realicen un trabajo que, por el simple hecho de ser arduo, les retribuya lo justo y que, además, sea un trabajo verdemente planeado. Es decir, estarían realizando un trabajo con todas las implicaciones ambientales posibles, desde su concepción, puesta en marcha, hasta su producto final y todos los elementos que lo rodean. Los proyectos empresariales estarían basados en productos y servicios que respetaran a la naturaleza, que su producción no contaminara o intoxicara su derredor, que no fueran tan desechables como para que su acelerada fabricación produjera residuos en exceso y el rápido deterioro de los recursos naturales. ¿Suena descabellado? Tal vez, pero ¿no será quizá el momento de intentar algo tan descabellado como esto, ahora que hasta el sagrado capitalismo ha mostrado lo fuerte que puede caer? Y no se trata de ser socialista, comunista, anarquista, ni ningún otro ista alternativo, más bien, se trata de complementarnos con nuestro entorno y ser más justos. Claro que esto no es nuevo. Desde los 80’s se habló del desarrollo sostenible o sustentable, el cual establece que habrá de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las necesidades futuras. Esta idea tiene tres ejes rectores: económico, social y ambiental. El desarrollo sostenible se logra al entrelazarlos, que es lo que Van Jones propone al fin y al cabo. Me parece que Jones le da al clavo al hablar de una economía verde, porque pone en el centro nuestra principal preocupación: el dinero. Parece que lo pone y lo quita, pero en realidad redimensiona el valor del dinero, lo plantea como detonador de mayor igualdad.
Ya hablaba yo en la columna pasada de que las necesidades humanas básicas, como el agua, se podrían convertir en productos de élite, es decir, su difícil acceso y producción será tan cara que sólo unos cuantos podrán pagarlo. A esto se le puede llamar eco-apartheid, y es otro de los temas discutidos en este libro. Esto ya existe y lo vemos en las zonas residenciales, donde los acomodados tienen acceso a servicios básicos de calidad y se respira aire limpio (limpio para estándares modernos), y la zona de los abandonados, los que respiran aire más sucio porque viven cerca de las industrias o que toman agua menos limpia porque viven cerca de las descargas de aguas residuales del resto de la ciudad, provocando enfermedades que le dan vuelta a una gran rueda sin fin de problemas y obstáculos para su bienestar. Y para seguir con las palabras domingueras, Jones complementa el eco-apartheid con la eco-equidad, la cual busca incluir a las clases menos favorecidas en una economía verde y justa.Uno de los atributos más interesantes de este afro-americano, educado, carismático y elegante, es su pragmatismo. El discurso lo convierte en hechos, se dedica al lobbying o cabildeo en las grandes ligas del gobierno de su país, consigue dinero de los ricos empresarios y los convence de volverse verdes, en fin, es un acróbata de las finanzas y de las palabras. Habrá que ver a qué estamos dispuestos la sociedad, los empresarios y los gobiernos; habrá que ver si la experiencia histórica nos lleva definitivamente a darle a la economía un tono de verde, donde, además de los números azules en el balance de los negocios, comencemos a tener números verdes en nuestro balance con la naturaleza y números positivos, de todos los colores, en el balance social.

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