jueves, 8 de enero de 2009

Cambio Climático - Pelea a 1 caída con límite de tiempo

Marcos Algara Siller

Pulso Diario de San Luis Potosí - Opinión - 14 de diciembre de 2008

A los de mi edición, 1976, edición limitada eso sí, casi no nos tocó la época dorada de la lucha libre mexicana, la cual llegó a su furor a finales de los 50’s con las películas del El Santo y su exitoso comic, equiparable solamente a Kalimán. Debido a que El Enmascarado de Plata perdió el título welter en 1953 ante Blue Demon, comienza una gran historia de odio y amor, de enemigos acérrimos que se daban con todo en el cuadrilátero, saliendo luego del vestidor de la Arena México para unir fuerzas en su lucha contra diversos monstruos, drácula, el hombre lobo y demás seres del inframundo que amenazaban a nuestro país.
Otra pelea, esta real y de importantes repercusiones, es la de tener la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre el cambio climático. Como diría John Locke, la verdad es sólo discurso. Así veo a los dos grandes bandos científicos: los rudos, los que no creen que el cambio climático sea culpa de las actividades humanas; y los técnicos, los políticamente correctos que, como Al Gore, aseguran que somos nosotros los culpables de dicho fenómeno desastroso. Hablan y hablan y aseguran que sus métodos y modelos y que sus muestreos de hielo en Vostok son los correctos.
Por un lado está Una Verdad Incómoda, entre otros materiales videográficos que, a pesar de ser un documental autocomplaciente del ex-candidato a la presidencia de los EU, muestra las pruebas irrefutables de que el dióxido de carbono de las actividades humanas, derivado de nuestro estilo de vida consumista desbocado, es el drácula que atrapa el calor y lo concentra en la Tierra, provocando un aumento en la temperatura que podría llegar a ser catastrófico: los desiertos cubrirían la Tierra como manchas voraces, los océanos serían un depósito de especies muertas en su fondo, los desastres naturales serían cosa de todos los días, centenas de ciudades estarían cubiertas de agua, las especies vegetales y animales extintas se contarían en miles o millones, sería pues, un infierno casi inhabitable, una profecía cumplida de Nostradamus. Así como Gore, hay un ejército de famosos que luchan contra drácula, alias “dióxido de carbono”, respaldando lo que el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU ha dicho al respecto, concluyendo que debemos reducir nuestras emisiones de este y otros gases de efecto invernadero mediante variados cambios en nuestros hábitos diarios: usar focos ahorradores de energía y apagarlos cuando no se utilicen, compartir nuestros vehículos o usar transporte público o bicicleta, comer menos carne (la ganadería produce mucho metano, otro gas de invernadero), utilizar menos envases desechables, entre otras acciones pequeñas que hacen la diferencia.
En la otra esquina, los rudos, los desparpajados defensores del libre mercado, del desarrollo industrial, dicen que drácula no es tal, que el dióxido de carbono no es un contaminante sino parte de la vida, de la composición de la atmósfera y de los seres vivos, de los procesos fotosintéticos donde vegetación y océanos, principalmente, lo absorben y emiten constantemente. Dicen haber probado que el aumento de la temperatura de la Tierra es la que provoca que naturalmente se produzca más dióxido de carbono, es decir, nos eximen de toda culpa. Explican que el Sol y diversos elementos de la meteorología espacial, son los que provocan el aumento en la temperatura terrestre. No se pueden desestimar sus estudios ya que los rudos cuentan entre sus filas a científicos de las mejores universidades. Además de probar sus teorías con artimañas típicas de todo buen científico, los detractores del origen antropogénico del dichoso cambio del clima aseguran que todo es una gran farsa creada por los opositores del desarrollo de países pobres. No es broma, así lo dicen, y aseguran que el recorte de las emisiones de dióxido de carbono pone en riesgo nuestro modelo consumista y de desarrollo tecnológico que es el medio de superación de los países que no han alcanzado los estándares de vida que creemos adecuados. James Shikwati, economista y escritor africano, la Némesis de Al Gore, lo dice más o menos así en La Gran Estafa del Calentamiento Global: “quieren detener el sueño africano” (presentado por Canal 4 de Inglaterra y disponible en internet). Para complós tenemos ya demasiados en México. Pero, no han tomado en cuenta los daños ambientales de nuestro sistema económico actual. Bueno, a menos que la hilarante propuesta del Adam Smith Institute de privatizar ballenas y elefantes para evitar su extinción cuente a su favor. También han evitado hablar de la desventaja del uso indiscriminado de hidrocarburos en términos de disponibilidad del recurso. Habrá que ver cuánto costará extraer petróleo a profundidades cada vez más abismales, y qué haremos cuando éste sea tan escaso que los envases de yogurt sean costosísimos y no podamos más que comprarlo a granel; cómo vamos a obtener agua dentro de pocas décadas, si ésta ha desaparecido del subsuelo y la desalinización y tratamiento de aguas residuales sea nuestra única fuente de agua potable; cuando miles de ejemplos similares provoquen un acceso muy caro a los bienes y servicios, convirtiendo las necesidades básicas en necesidades de élite. No veo cómo se hará realidad el sueño africano, ni cualquier otro, de esta manera. ¿No será que los medios para lograr el sueño de desarrollo están equivocados?
Sí hay límite de tiempo para cuidar nuestro planeta, no importa tanto si creemos en el cambio climático o no; no queremos que nuestro hábitat pierda a una caída, que no se pueda levantar más y quede en la lona. Queremos mejor al El Santo y Blue Demon contra los enemigos de nuestro Planeta, película de culto en el futuro donde nosotros, los protagonistas, derrotamos al drácula del deterioro ambiental.

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